miércoles, 31 de octubre de 2012

Como La Violencia Domestica Afecta a los Niños


Como La Violencia Domestica Afecta a los Niños 
http://www.scanva.org/downloads/Domestic_Violence_Fact_Sheet_SPANISH.pdf

Vivir en una casa afectada por la violencia doméstica aumenta el riesgo de un niño de ser abusado o 
descuidado por 1500%. 
Violencia domestica – violencia o abuso fisico dirigido hacia el esposo/la esposa o pareja intima; 
tipicamente es la violencia de un hombre hacia una mujer.  La violencia domestica les causa más 
heridas a las mujeres cada año que accidentes de autómoviles, atracos, y violaciones combinadas. 

Por lo menos 3,300,000 niños son testigos de la violencia doméstica cada año.

Los niños con padres que abusan a su pareja siempre están en peligro, aunque no siempre ven el 
acto violento directamente.  Pueden intentar intervenir o ser golpeados accidentalmente, o tal vez 
pueden escuchar amenazas o insultos que les pueden asustar o hacerles sentir culpables. 
Los traumas emocionales y sicológicos experimentados por estos niños pueden tener muy 
serios efectos de largo plazo, sin importar la edad del niño. 
Infantes y niños pequeñitos que están expuestos a la violencia doméstica pueden exhibir mala salud y 
síntomas del estrés.  Sus necesidades pueden ser ignoradas mientras sus padres lídian con la violencia, 
llevando a estos bebés a la desconfianza y al retiro emocional más tarde en su vida. 
Niños pequeños que son testigos de la violencia doméstica muchas veces creen que ellos son la razón 
del conflicto.  Esta percepción puede convertirse en sentimientos de culpabilidad, inutilidad, y anciedad. 
Cuando niños pre-adolescentes ven en la casa la violencia entre la pareja en la casa, sus sentimientos 
de frustración y desamparo se pueden traducir  a la violencia o a comportamiento antisocial y 
malaconducta en la escuela.  Algunos pueden actuar como peleoneros contra sus compañeros de clases 
para adquirir una sencación de poder, mientra otros pueden evitar relaciones completamente. 
Los Adolescentes  que son criados con sentimientos de desamparo al no poder salvar a uno de sus 
padres del abuso pueden crear situaciones con premeditación,  para hacerse sentir necesitados y con 
control.  Ellos pueden buscar ser aceptados con temeridad y escaparse utilizando el sexo, las drogas o las 
maras. 
Los sentimientos duraderos de culpa, frustración, y temor al ser testigos de la violencia 
domestica pueden convertirse en conductas realmente peligrosas. 
Hijos varónes de padres violentos son 10 veces más probables de abusar a sus esposas y novias cuando 
sean adultos.  

Niños de padres abusivos tienen un chance de 50% de abusar al alcohol o a las drogas. 
Son también 6 veces más probables de suicidarse

El maltrato psicológico en la pareja


El maltrato psicológico en la pareja
http://www.inefoc.net/pdfs/15.pdf

La sociedad occidental está sujeta a constantes cambios sociales que inciden en la 
relación de pareja. De hecho, hoy cohabitan diversos patrones que configuran este 
tipo relación: noviazgo, matrimonio, parejas de hecho, parejas homosexuales, sujetos 
divorciados que conviven de nuevo con su excónyuge, etc.
Podemos decir, partiendo del modelo tradicional de pareja compuesto por hombre y 
mujer, que existe violencia en el seno de la misma cuando se crea entre ambos una 
situación de abuso de poder en que la persona más fuerte y con más recursos, 
habitualmente el hombre, trata de controlar a su pareja, arremetiendo física, 
psicológica, sexualmente contra ella, a la vez que  la percibe como vulnerable e 
indefensa y la convierte en fuente de desahogo de sus frustraciones cotidianas.
 De esta manera, todo parece indicar que el maltrato físico es el tipo 
de maltrato más evidente y el que es más fácil de identificar, por eso suele ser al que 
se da más importancia, tanto en el ámbito personal  como en el social. Otra razón 
puede ser debida a la menor importancia que se le da a la violencia psicológica al 
considerarla objeto de menor repercusión en la salud del individuo que la soporta . 
Aunque el abuso físico puede ocurrir sin abuso emocional, lo más frecuente es que el 
maltratador comience con maltrato psicológico y acabe con maltrato físico. No 
obstante, no siempre es así necesariamente, y a veces nunca llegan a dar el paso al 
maltrato físico y continúan con el abuso emocional  durante años.
Cuando el abuso emocional va acompañado de agresión física, es habitual que éste 
describa el patrón cíclico de violencia que formuló Walker en su Teoría del ciclo de la 
violencia conyugal .
De cualquier forma, algunos trabajos apuntan que en los casos de violencia física en la 
pareja, las manifestaciones de maltrato emocional son previas, ocasionándose graves 
consecuencias en la salud del que la sufre  y con un impacto psicológico igual o mayor al provocado por las agresiones físicas. Asimismo Walker (1979) y Follingstad  et al.  (1990) hallaron que la 
mayoría de víctimas estudiadas juzgaban la humillación, la ridiculización y los ataques 
verbales como más desagradables que la violencia física experimentada, lo que 
también se recoge así en un informe de la OMS (1998) que indica que el peor aspecto 
de los malos tratos no es la violencia misma, sino  la "tortura mental" y el "vivir con 
miedo y aterrorizados". 
Por otra parte, si apenas se ha concedido importancia al estudio del maltrato 
emocional en las relaciones de pareja, cuando se trata de analizar la presencia de 
indicadores de esta forma de abuso en las relaciones de noviazgo, la información es 
aún más escasa.  













miércoles, 10 de octubre de 2012

LA MUJER Y LA VIOLENCIA PSICOLOGICA


http://www.nodo50.org/mujeresred/violencia-amontero-maltrato_psicologico.html

--El dolor físico que produce en una mujer la agresión de su pareja cesa, se mitiga cuando los sensores somáticos apropiados dejan de enviar comunicaciones a los centros nerviosos encargados de procesarlo. Tras el golpe, tras la paliza, el organismo acciona mecanismos de reajuste que se encargan de restañar las heridas, de rehabilitar en la medida de lo posible un equilibrio que en situaciones de tortura no puede ser más que precario, pues la exposición a la amenaza supedita la salud a la movilización sostenida del sistema de alerta de la víctima, siempre en tensión, agotado. Incluso, en entornos de agresión constante el cuerpo eleva sus umbrales perceptivos y el dolor acumulado se siente menos, se soporta más. Con todo, a pesar de las heridas y cicatrices que los golpes dejan en la piel, el mayor impacto en las mujeres víctimas de violencia por parte de sus parejas masculinas trasciende los confines fisiológicos del organismo, pues es atribuible a las repercusiones psicológicas, a 
las secuelas emocionales inherentes a las agresiones en una relación íntima.




La violencia, en cualquier escenario, tiene un efecto bidimensional, actuando nocivamente sobre la víctima tanto en un plano físico como psicológico. En el ámbito de la violencia contra la mujer en contextos domésticos, las agresiones siempre provocan
consecuencias de índole psicológica asociadas a las lesiones físicas producto de los golpes. Las expresiones de deterioro psicológico encontradas en las víctimas de maltrato habitual oscilan entre la ansiedad crónica o la depresión por desesperanza,
hasta la configuración de cuadros psicopatológicos como el síndrome de estrés postraumático. En este síndrome la mujer violentada es invadida por constantes pesadillas y pensamientos interferentes protagonizados por su agresor, se encuentra dominada por una respuesta de alarma desajustada que la hace hipersensible al entorno, y su cuerpo y mente se convulsionan cada vez que evocan un lugar, un recuerdo del ambiente donde sufre o sufriera la violencia.

Todos estos efectos son generalmente identificables a posteriori, se hacen patentes cuando se detecta la violencia. Sin embargo, en el espectro de modos denigrantes de anular a otro ser humano, encontramos otro tipo de maltrato no ligado necesariamente a violencia física alguna, más lento, más sutil, más silente, difícil de detectar, pero no menos insidioso
y a veces bastante más destructivo: el maltrato psicológico.


La renovada legislación penal española de abril de 1999 reconoce el maltrato psicológico habitual como tipología delictiva en causas de violencia familiar. No obstante, pocas son las ocasiones en que puede demostrarse judicialmente su presencia y grave incidencia en la salud de la mujer maltratada. El maltratador psicológico no usa de la fuerza de sus manos o piernas, no utiliza objetos para golpear, no agrede sexualmente. Su violencia tiene el mismo objetivo que la aplicada por medios físicos, anular y dominar a la víctima, pero sus recursos son distintos. Prevaleciéndose de su acceso al recinto íntimo de seguridad y confianza construido en la pareja, el abusador psicológico pone en práctica un repertorio diverso de tácticas inscritas en una estrategia general de extinción progresiva de la identidad de la víctima. A menudo enmascarado entre conductas seudoafectivas dirigidas a desorientar emocionalmente a la mujer, el abuso psicológico se encarna en desvalorizaciones; amenazas encubiertas; conductas de restricción de la libertad de la mujer; críticas y ridiculización de aspecto, iniciativas y personalidad; culpabilización y, en torno a ello, un paulatino aislamiento que reduce las probabilidades de escape de la víctima y la expone traumáticamente a un entorno deshumanizante. El conjunto tiene un resultado acumulativo que debilita el sentido de la identidad de la víctima, desposeyéndola de referentes y minando subrepticiamente la capacidad de inserción equilibrada en su propio entorno vital. La integridad psicológica de la mujer abusada se fragmenta y ella comienza a sentirse insignificante, pequeña, avergonzada de ser y
existir.

Detectar el abuso psicológico y fijar su existencia mediante medios de prueba es un reto todavía no afrontado con claridad por el sistema de asistencia a las víctimas. En este sentido, el rol de disciplinas como la Psicología Forense y el impulso de la
investigación aplicada -en la delimitación conceptual del fenómeno y en la provisión de instrumentos válidos de evaluación- se consideran indispensables en la exacta determinación de las condiciones de convivencia de una pareja donde se perpetúa un agresor. El maltrato psicológico está subyacente, a menudo sin alcanzar el estatus de prueba, en la práctica totalidad de causas penales por violencia doméstica y en la mayoría de causas civiles de separaciones contenciosas. En paralelo, unida a la apropiada  instrumentación de medios por parte del sistema de justicia, es necesario extender la concienciación de la población en general acerca la naturaleza e implicaciones del abuso psicológico, un área poco explorada pero cuya comprensión es imprescindible y nuclear para desterrar ciertas dinámicas deshumanizantes de las relaciones de pareja.